Bajo mi pecho, como un bibliotecario con infinitos pasillos verticales, están todos tus pensamientos con los míos rígidamente ordenados por volúmenes dactilares. Guardados y sellados con un adiós que fue marcando poco a poco su llegada entre el paso del tiempo y nuestro inevitable silencio.
Porque sí, mi percepción se las tubo que arreglar para guardar toda reliquia posible en mi pequeño baúl de recuerdos.
Puñados de Instantes e infinitas maravillas coleccioné contigo, fue tanto quizás lo que me diste que nunca me cansé de imaginar todo tus tan magníficos sabores.
Pero todo pasó como un deja vu por nuestras vidas, como un recuerdo inexistente, y aunque jamás haya palpado tu piel... Puedo a veces recordarte entre mis manos.
Después de todo…
Lo único que me queda… Es tu imagen en mi memoria.